lunes, 10 de noviembre de 2014

26/08/2014 FIN DEL VIAJE


El trayecto hasta Molinicos es un viaje de placer, de esos de hasta pagar por realizarlo. Por la Sierra de Segura no pasa un jodido automóvil. Por aquí no hay más que pinos, peñascos, más pinos y fuentes de agua del río.


En este pueblo se grabó la película "Amanece que no es poco", genialidad surrealista y absurda. También en Ayna, pero no me pilla de camino, sólo puedo visitar uno de los dos.







A pesar de que este año es el 25 aniversario de la película, este mural a medio terminar, con Antonio Resines y Luis Ciges en el sidecar, fue lo único que vi en alusión a esta pequeña joya realizada por José Luis Cuerda.











Si hay algo que he notado durante este viaje, es que en cualquier sitio están deseosos de conocer forasteros y tener nuevas conversaciones. Pero también me doy cuenta de que casi siempre soy yo quien tiene que romper el hielo. Es como que quieren, pero temen molestarme. Pero en cuanto abro la boca se abre la caja de Pandora y a las 14:00h ya he hecho amigos y me sale el orujo de hierbas por las orejas. 

En la película, por estas calles, va NGÉ MARTÍNEZ hacia su destino haciendo eses, como yo. La diferencia es que Ngé Martínez hace eses para tardar el doble de tiempo en llegar a los sitios y así pensar más por el camino, y yo las hago del pedo que llevo encima sin pensar más que en no caer pendiente abajo y ser la comidilla del pueblo este verano.
Sin embargo, me siento dentro de la película. Podríamos ir ahora mismo los dos juntos, agarrados por los hombros, para no caernos al suelo.


Por lo que veo, los eventos del aniversario de la película ya fueron y no queda ni rastro. En el ayuntamiento no hay ninguna información al respecto, y cuando le pregunto a los lugareños, tampoco me dicen mucho. Es como si no fuera con ellos. Por lo visto no tienen la menos intención de convertir Molinicos en un museo de frikis de la película.























Escalones hacia... ¿dónde?










Una de las plazas del pueblo. Creo que Mario Moreno "Cantinflas" encajaría aquí a la perfección.










En Molinicos las declaraciones de amor son tal que así...









 Adiós, Molinicos. Último lugar interesante antes de volver a casa.












Los almendros y los nísperos que veo por aquí me van diciendo que ya estoy llegando a casa y mi viaje a punto de terminar. En menos de 200km avistaré Mutxamel, tierra de nadie. Empiezo a deprimirme cuando reconozco los viñedos, granjas, cooperativas de vino y parques industriales del lugar. Y mucho tráfico. Me paro en todos los pueblos que encuentro, intentando que me pille la noche y alargar el viaje un día más, pero es absurdo. Cuando anochece estoy ya en Pinoso y no merece la pena pernoctar por aquí. Lo más sensato es apretar el culo (que me duele de lo lindo) y llegar a casa cuanto antes.

Esta carretera me la conozco de sobra, la habré recorrido cientos de veces. Eso me permite un control inconsciente de por dónde voy, lo cual hace que disfrute más de la conducción. Y conducir de noche, sin luna y sin tráfico alguno, es otro rollo. No hay más luz en la carretera que la del faro de la moto. Hasta que el ataque de las mariposas nocturnas me baja de mi ensoñación. Soy la única luz de la carretera y se lanzan sobre mí como kamikaces. Siento sus golpes en las piernas, los brazos, la moto, el casco... Al ir con la visera subida cantando una ranchera, me golpean la cara, los ojos, y entran en mi boca a puñados. Si fuera insectívoro me estaría poniendo las botas. Para protegerme bajo la visera del casco, pero cuando los bichos chocan con ella, se espachurran y me la manchan, y tengo que ir parando para limpiarla.

Pero que la vuelta a casa parezca maldita por una plaga bíblica no impide que vaya llegando relamiéndome de felicidad por haber cumplido un sueño. Una de esas cosas que siempre he querido hacer pero que por pitos o flautas nunca hacía. He hecho el viaje de mi vida, mi propia "ruta 66", y es probable que haga más, porque me he dado cuenta de que para hacer las cosas no tengo más que subirme a la moto y tirar p'alante.


Alejandro H M  (27/08/2014)


Muchas gracias a todos los que me habéis recibido por el camino...

25/0872014


Ya está bien de pueblos, ciudades y de tanta gente. Me voy a Cazorla, a recorrer el parque natural y respirar aire puro. A no ver humanos, a darme un chapuzón en algún río o lago y a merendar bajo la sombra de sus árboles. 

Ahí veo el pueblo de Cazorla. ¡Qué grande es el condenado! Me esperaba cuatro casas, pero no. Cazorla, el pueblo, a saber: restaurantes, hoteles, hostales, albergues, tiendas de recuerdos, supermercados, domingueros... ¡Un horror! Me voy cagando leches hacia la sierra.

El paso del aire, al inicio de la sierra. Es la única foto que hice porque me quedé sin batería en la táblet. Una pena, porque el paisaje es precioso.











La carretera que recorre la sierra es fabulosa. Es estrecha y tortuosa, y no se puede ir a más de 50km/h, así que no tengo cargo de conciencia por la cola de coches que se acumula tras de mí. Hay cantidad de miradores, merenderos y zonas de acampada, pero no hay ningún hueco donde parar la moto y disfrutar de la naturaleza en soledad. Por todas partes hay gente, coches aparcados, campings repletos, caravanas... Me gustaría darme un chapuzón en el lago, pero hay más gente que en las playas del Postiguet (Alicante). Es agosto y hay más personas que animales. Media España debe estar veraneando por aquí, cosa que no soporto, pero me apunto el recorrido para repetirlo en temporada baja.

Casi sin darme cuenta recorro los más de 100km hasta llegar a la Sierra de Segura. La carretera sigue siendo ideal para pasearla a velocidad de tortuga y ya no hay casi tráfico.

Y cerca de Riópar me encuentro este aula de la naturaleza, dejado de la mano de dios.












Mi última noche salvaje...
























23/08/2014 y 24/08/2014

Úbeda y Baeza

23/08/2014 
Voy a pasar dos días por la zona porque he quedado con una amiga de Alicante que veranea por aquí y va a venir a verme. Pero he llegado un día antes, así que me quedo íntegramente en Úbeda, de bar en bar, leyendo y bebiendo vinos y cervezas. No tengo ganas de coger la moto, así que hoy es un día de paseo.

24/08/2014 
A las 6:00h llega Anabel en el autobús, a pasar el día conmigo, con lo puesto y un casco para subir en la moto. Pasamos el día en Úbeda y Baeza, pueblos muy bonitos, de esos de postal. Ha traído comida de casa, pero no hay quien se la coma. Y juro por dios que lo intento.



Como no comimos mucho, el pedo nos salió barato... 











Mi suite por dos noches consecutivas.


















22/08/2014


Nada más levantarme me dirijo a las Tablas de Daimiel a dar un paseo. De buena mañana me pierdo por los bosquecillos que hay entre los humedales, en pequeños islotes de tierra unidos por puentes de madera. 













El ritmo de vida por aquí tiene que ser muy lento.











Un día espléndido para pasear.











Paseando por el bosquecito de Tarays (Tamariscos).









Como no me he tomado el café y todavía estoy adormilado, aumenta mi sensación de ir caminando por un bosque encantado.








Lo mejor de todo: no había ni un alma. Quizá por eso tampoco habían colillas por el suelo.








Y al final del camino: un majano. Los labriegos apartaban del camino las piedras que les molestaban y las iban amontonando hasta hacer estas pequeñas joyas arquitectónicas. Las piedras están unas sobre otras al peso, sin cementos ni argamasas que las sujeten.




Centro de rehabilitación de patos.











Esto es lo que me encontré en Valdepeñas:














Hoy el día parece bucólico y colorido. Y el embalse de Giribaile, rodeado todo de olivos, parece un lugar espectacular donde pasar la noche. Un chapuzón  y a disfrutar del atardecer con un buen peta de marihuana y un chupito de orujo.












El suelo es tierra seca, dura y compacta, y el cuarteado por la sequía es estrecho, con lo cual puedo pasar con la moto sin problemas. Y a menos de diez metros tengo el agua fresca y cristalina, invitándome a refrescarme un rato. Estoy rodeando el pantano por el desierto, como si fuera un oasis. El agua es dulce, así que no dañará la moto si los bajos y las ruedas se mojan un poco. Es más, se lavarán y todo.
Estoy alcanzando el momento cubre del día, pensando en el instante YA MISMO cuando llegue a la orilla de la playa a lomos de mi corcel y el agua salpique y refresque mi bronceado cuerpo y según me voy acercando, la moto va decelerando y el suelo húmedo se abre bajo mis pies como si Moisés y el Mar Rojo y de pronto la moto ahí se queda, trabada, y no avanza un  centímetro.
Al principio no me doy cuenta de dónde me he metido, pero cuando bajo un pie al suelo húmedo y viscoso, y queda succionado con fuerza hasta el tobillo, inmovilizándome, me doy cuenta de dónde coño estoy. El suelo ya no es firme. Estoy rodeado de fango y la moto metida hasta lo que da sus jodidos ciento poco kilos que pesa la condenada, hasta la mitad de las ruedas. ¿Os creéis que un mindungui como yo puede mover eso? Pero, ¡¡si casi no puedo ni salir de ahí por mis propios pies!!





La foto está chula, eh!!

Soy un flipao y un gilipollas. Quién me mandaría a mí. La moto no avanza ni hacia adelante ni hacia atrás, ni acelerando ni en punto muerto. Según hago cualquier movimiento, la moto se hunde un poquito más en el lodazal. No hay maderas para poner bajo las ruedas y salir de allí, sólo olivos y ramas secas. Ramas que troceo y preparo tras quitar con las manos todo el fango que rodea las ruedas y así facilitar un poco el camino de salida, pero ni por esas.
Echo gravilla y piedrecitas que encuentro por ahí para asentar un poco el suelo, pero no hay nada que hacer. No sé qué coño hacer para sacar la moto de aquí. Y encima está ya atardeciendo y esto se está infestando de mosquitos. ¡Coño, estoy en un pantano! ¡Dejarán de haber millones de mosquitos!


No pude salvar mis zapatos...


El tipo de la grúa es muy majo y me confiesa que no soy el primer pringao al que saca de aquí por el mismo motivo. De hecho, hasta a él mismo lo tuvieron que sacar de aquí una vez.

Con las sandalias, los pantalones arremangados un palmo, los brazos, la cabeza y toda mi ropa puesta llena de barro, entro en el primer hostal que encuentro, esperando que en recepción no se asusten al verme y que les quede una habitación. Habitación con cama, ducha y servicio de lavandería.


21/08/2014


Me levanto de muy buen rollo y me voy a desayunar al bar "El buen rollo", que hay en la entrada del pueblo. Me tomo dos cafés con leche mientras cargo la batería del móvil y la táblet, y el barman me pone dos bollos rellenos de chocolate sin habérselos pedido. En Salamanca me pusieron unos churros con el café y me los comí, y me soplaron una pasta. Sin embargo, lo que me cobra es ridículo. Lo mismo te clavan en el pueblo de al lado que te agasajan en el siguiente. Esto es una lotería.

Cuando mi tío Fernando me regaló la moto, hacía por lo menos veinte años que no conducía una. La última vez que tuve moto fue cuando repartía pizzas a domicilio, y aquellas eran las típicas motos de macarrilla (de 49cc) que podías tumbar. Así que me apunté en un foro motero (shadow custom club) para consultas típicas de novato en moto de 125cc. En dicho foro, avisé de este viaje que pensaba hacer por si alguno hubiera hecho algo parecido o conociera parte de la ruta y me pudiera informar o asesorar al respecto. Aparte de esto, me encontré con que alguno quería acompañarme algún tramo del viaje si pasaba cerca de donde estaban. Sólo con Jesús Amante Bilingüe se han podido dar estas circunstancias.

Con Jesús Amante, del SCC, dispuestos a pasar el día en la carretera haciendo kilómetros. Viene desde Ávila y me acompaña hasta Malagón (por la Ruta del Quijote). Redondeando, entre el camino hasta nuestro encuentro en la Puebla de Montalbán, el trayecto hasta Malagón y la vuelta a Ávila, se chupa casi 500km (unos 130km junto a mí, a 60-70km/h, por carreteras nacionales y secundarias), sin importarle lo más mínimo no conocerme de nada. A él le gusta rodar en moto sin destino y sin prisas. Lo prefiere a esas quedadas moteras de recorrer 100km en grupo y luego pasarse el día comiendo y bebiendo en cualquier lugar. Así que insiste en que soy yo quien le hace un favor por sacarlo de casa y no nos ponemos de acuerdo a la hora de quién invita a quién a comer o si pagamos a escote.



Cruzamos el estrecho del Parque Nacional de Cabañeros, por el embalse  Torre de Abraham. Por el camino, Jesús me inmortaliza sobre ruedas, en mi particular Ruta 66.











Es un gustazo tener a Jesús cubriéndome las espaldas y enseñándome sobre pájaros (fuera de Alicante todo el mundo sabe de pájaros, oiga). Me señala abejarucos, águilas, buitres, quebrantahuesos, halcones... Hoy he aprendido a distinguirlos según sus vuelos o el diseño de sus colas.



No sé si volveré a ver a Jesús Amante Bilingüe alguna vez más en mi vida, pero el ratito que me ha dedicado hoy lo recordaré siempre. No deja de sorprenderme que un tipo que no me conoce de nada se haya tomado tantas molestias por pasar el día conmigo. Me gusta saber que hay gente que hace estas cosas. Éste tío es de los míos. ¡Gracias, Jesús, desde aquí te mando un fuerte abrazo!






Tras las cervezas de despedida en Malagón, sigo hacia las Tablas de Daimiel, restregándome las manos de satisfacción de pensar que voy a dormir en plena naturaleza una noche más. Pero, he tú, que no puedo pasar con la moto. Ni con la moto, ni con coche, ni en bici. Las Tablas de Daimiel se recorren a pata. Así que mi gozo en un pozo, porque no pienso dejar la moto en el parking de la entrada y buscar a pie, cargado de bártulos, algún sitio donde dormir en medio del parque natural. Ni de coña.














Como cuando dormí en Costean (Huesca). Entre estas dos casitas en medio de unos viñedos planto el campamento esta noche y duermo como un bendito.

















20/08/2014


Hoy no hay prisa, así que tras despedirme de Ana y salir de Guijo, me dispongo a dar un gran rodeo hasta Talavera de la Reina, donde tengo pensado llegar y acampar. Voy bordeando el sur de la sierra de Gredos, por el valle del Jerte (así lo atestiguan los buitres que vuelan sobre mi cabeza). Dejo atrás la Ruta de la Seda y bajo por la Ruta de los Ibores. Por aquí, la carretera sube, sube y suuube por la montaña, atrayendo mi moto hacia el desfiladero que tengo a mi derecha, más profundo según sigo carretera arriba. La visión del cielo y las nubes a la altura de mis ojos, a cada curva que tomo, en lugar del acostumbrado monte o valle, me produce ansiedad y empiezo a desconfiar de mis aptitudes como conductor en este momento. Las taquicardias aumentan cada vez que tengo que cruzar algún puente hacia otra montaña, atravesando unas enormes gargantas, y los buitres ya no sobrevuelan mi cabeza, casi que vuelan a mi lado. 

Consigo llegar hasta Castejada con los huevos de corbata. Me siento en un bar y me fumo un cigarrillo, tembloroso. A partir de aquí la carretera es de bajada, lo cual me obliga a tomar las curvas a 20km/h sin despegar los ojos de la linea del medio de la calzada. Los buitres ya no vuelan a mi lado, más bien revolotean a mi alrededor esperando que mire el paisaje un solo segundo para perder el equilibrio, caer barranco abajo y servirles de merienda. 

Bendito pueblo de Guadalupe y bendita su virgen también, en cualquier caso. Puedo andar (aunque sea como una marioneta) por un pueblo con las calles horizontales, no verticales, y lograr que la sangre vuelva a circula por mis posaderas, que en cualquier momento me saludará con una almorrana.


El Real Monasterio de Guadalupe. Mucho turista y mucho agostero. En este pueblo el café cuesta lo mismo que en Benidorm o en Javea: ¡¡un atraco!!





Las tranquilas calles de Guadalupe.













Por el puerto de San Vicente, hasta Alia, la carretera vuelve a subir por la montaña, pero esta vez el desfiladero queda a mi izquierda y mi corazón no sube de revoluciones. Sin embargo, a un lado de la carretera me encuentro con esto, a modo de broma de mal gusto.














Estrecho de la Peña amarilla. En esas montañas anidan los buitres negros de Monfragüe.












Por fin llego a Talavera de la Reina. Por aquí ya hay mucha civilización, así que me cuesta encontrar un sitio solitario donde pasar la noche. Al final, en este merendero pude montar el campamento.







Aquí dormí de lujo.
















19/08/2014

Guijo de Granadilla

Hoy voy de copiloto, lo cual es un gustazo después de la paliza de kilómetros que llevo conduciendo estos días. Puedo estirar las piernas y disfrutar de todo el paisaje mientras Ana me lleva en su polvoriento y destartalado coche hasta Granadilla, pueblo abandonado hace años para construir un embalse. Al final, el embalse se construyó en otro lado pero nadie volvió a casa y Granadilla quedó abandonada. Actualmente es una especie de museo arqueológico abierto al público por las mañanas Se han rehabilitado el muro y algunas casas y calles principales, y los jóvenes de los alrededores hacen actividades estivales (arte rupestre, astronomía, convivencias y carreras de chapas).














Aquí se puede apreciar la parte rehabilitada y las ruinas de Granadilla. Por el muro se puede dar la vuelta a todo el pueblo y verlo desde las alturas.







Las ruinas, al otro lado del pueblo.










La plaza del pueblo. No había saloon, una pena.










Arte rupestre del siglo XXI













Estas son las ruinas romanas de Cáparra. Parece que los romanos llegaron a casi todas partes.










Pantano de Gabriel y Galán. Buen sitio para llevarse la merendola y unas cervezas bien frías.









No había ni un alma...