Ya está bien de pueblos, ciudades y de tanta gente. Me voy a Cazorla, a recorrer el parque natural y respirar aire puro. A no ver humanos, a darme un chapuzón en algún río o lago y a merendar bajo la sombra de sus árboles.
Ahí veo el pueblo de Cazorla. ¡Qué grande es el condenado! Me esperaba cuatro casas, pero no. Cazorla, el pueblo, a saber: restaurantes, hoteles, hostales, albergues, tiendas de recuerdos, supermercados, domingueros... ¡Un horror! Me voy cagando leches hacia la sierra.
El paso del aire, al inicio de la sierra. Es la única foto que hice porque me quedé sin batería en la táblet. Una pena, porque el paisaje es precioso.
La carretera que recorre la sierra es fabulosa. Es estrecha y tortuosa, y no se puede ir a más de 50km/h, así que no tengo cargo de conciencia por la cola de coches que se acumula tras de mí. Hay cantidad de miradores, merenderos y zonas de acampada, pero no hay ningún hueco donde parar la moto y disfrutar de la naturaleza en soledad. Por todas partes hay gente, coches aparcados, campings repletos, caravanas... Me gustaría darme un chapuzón en el lago, pero hay más gente que en las playas del Postiguet (Alicante). Es agosto y hay más personas que animales. Media España debe estar veraneando por aquí, cosa que no soporto, pero me apunto el recorrido para repetirlo en temporada baja.
Casi sin darme cuenta recorro los más de 100km hasta llegar a la Sierra de Segura. La carretera sigue siendo ideal para pasearla a velocidad de tortuga y ya no hay casi tráfico.
Y cerca de Riópar me encuentro este aula de la naturaleza, dejado de la mano de dios.
Mi última noche salvaje...
Ainsss, qué penita que acabe tan pronto.
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