lunes, 10 de noviembre de 2014

06/08/2014


Ya voy pillando la postura en el suelo para no joderme la espalda, la cadera ni la rabadilla del culo. Dentro del saco hay poco juego para acomodar los brazos (tan molestos a la hora de dormir), así que temgo que acoplarme bien. Y esta noche he dormido de fenómenos. Pero me levanto temprano, un poco agobiado por si llega algún ojeador de patos o algún visitante. Aunque por la cantidad de telarañas que hay en las ventanas y la ausencia ABSOLUTA de colillas y demás restos humanos de basura, apuesto a que por aquí no viene ni dios.

Allá al fondo es donde dormí, pero no se ve mi casita.










Aquí en Sariñena, y más tarde en Barbastro, donde paso el día de vinitos de bar en bar con la excusa de recargar la batería del móvil y la táblet, empiezo a no entender a la gente cuando me hablan o me preguntan qué quiero tomar. La gente no vocaliza mucho y es parca en palabras. Me da la sensación de que hoy, por aquí, están todos cabreados conmigo o que les importa tres pitos que aparezca un forastero. Pero consigo entender a un lugareño que me dice dónde poder pasar la noche: en un pueblo abandonado, a diez kilómetros de aquí, dirección Francia. Se sale un  poco de la ruta, pero me parece un sitio interesante. Pero llegando a Enate veo un control de la Guardia Civil desmantelando por entero el coche de un señor mayor y doy media vuelta. Si eso se lo hacen a él, que no parece sospechoso de nada, a mí me lían seguro (llevo marihuana y hachís escondido). Así que, en Costean, encuentro unas casas en medio de unos viñedos y decido pasar la noche aquí.



El sitio es perfecto, entre un transformador y una casita azul celeste. Detalle del campamento. Cada vez soy más rápido montando y desmontando. A mi alrededor abundan las mantis religiosas, las hormigas, las lagartijas... y puesto que está atardeciendo, las moscas y los mosquitos vuelven a darme por el culo. Menos mal que he comprado repelente de insectos esta mañana. Soy el tipo de las cremitas: por la noche repelente de insectos y por el día protección solar. Pero por más que gasto a diario, tengo los brazos quemados y llenos de pequeñas ampollas.

Detrás de mi hotelito hay un almacén de maderas. Lo vigila este perro tan simpático que me da la bienvenida moviendo el rabo y lamiendo mi mano a través de la valla. Esta noche dormiré acompañado y vigilado. Cualquiera que se acerque por aquí oirá los ladridos del perro y se lo pensará dos veces. El perro quiere jugar, pero para eso tendría que saltar la verja y eso sería allanamiento de morada y podría crearme problemas. Pero le doy un trozo de mi bocadillo de sardinas (esta vez con tomate) y le rasco un rato detrás de las orejas.


Lo cierto es que podría estar ya en Alquézar (Huesca), visitando a mi amigo Míchel, pero voy a pasar unos días con él en Huesca y no quiero llegar antes de la fecha acordada porque no le quiero molestar. Y a las 20:00h ya estoy cenado y tumbado. Mi vida se rige según se levanta y se acuesta el sol. Esta noche, los murciélagos, las salamanquesas y las ranas velarán por mi salud.



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