04/08/2014

Salou

Amanece nublado, muy nublado, lo cual le da un aspecto más tétrico al pequeño cementerio donde acabo de pasar la noche. Mientras me tomo un café en el pueblo le pregunto a todos los viejos con pinta de trabajar en el campo si creen que hoy lloverá y todos me dicen que no. Incluso despejará y hará calor.

Me desvío adrede hacia Salou a ver a Ana Peich, a la que conocí cuando hacíamos los gamberros en intenné con nuestros respectivos troles, hace ya unos años. Haciendo tiempo, se me ocurre almorzar en Reus y cuando pago el bocata de chorizo, la cerveza y el café, pago como si hubiera comido faisán al cava con una botella de brut catalán. Maemía!!!

Llego pronto a Salou porque estoy muy cerca, pero Ana Peich es ave nocturna y nunca se levanta antes de las 12:00h, así que la espero en un bar tomando cervezas, cervezas y más cervezas. Y como aquí no ponen tapa, cuando Ana Peich llega a las 14:00h yo ya voy medio pedo. Es la primera vez que nos vemos y no quiero causarle mala impresión, así que disimulo.

Me enseña Salou, que no tiene nada y no vale mucho. Es como Alicante: playa, chiringuitos y turistas dando por culo. Y qué calor, me cago en la hostia. Si no fuera por Ana Peich, Salou no valdría una puta mierda. Y eso no hace falta que lo diga yo, cualquier vecino de estas tierras diría lo mismo (o mentiría como un bellaco). Pero bueno, a mí Salou no es lo que me importa, sino la sonrisa con la que me lleva de aquí para allá durante todo el día. Me siento como quien ve a una vieja amiga.

Regalo por cortesía de la señorita Peich para amenizar los ratos muertos.

Como Ana Peich tiene lío en casa, no puedo quedarme a dormir, así que tras pasar el día con ella y jugar un rato con su gato Igor (que se me pone panza arriba como si tal cosa), me vuelvo a Riudecols, al cementerio de ayer. Segunda noche en el cementerio de Riudecols. Afortunadamente no llovió. Los viejos del pueblo atinaron con su previsión del tiempo.