lunes, 10 de noviembre de 2014

20/08/2014


Hoy no hay prisa, así que tras despedirme de Ana y salir de Guijo, me dispongo a dar un gran rodeo hasta Talavera de la Reina, donde tengo pensado llegar y acampar. Voy bordeando el sur de la sierra de Gredos, por el valle del Jerte (así lo atestiguan los buitres que vuelan sobre mi cabeza). Dejo atrás la Ruta de la Seda y bajo por la Ruta de los Ibores. Por aquí, la carretera sube, sube y suuube por la montaña, atrayendo mi moto hacia el desfiladero que tengo a mi derecha, más profundo según sigo carretera arriba. La visión del cielo y las nubes a la altura de mis ojos, a cada curva que tomo, en lugar del acostumbrado monte o valle, me produce ansiedad y empiezo a desconfiar de mis aptitudes como conductor en este momento. Las taquicardias aumentan cada vez que tengo que cruzar algún puente hacia otra montaña, atravesando unas enormes gargantas, y los buitres ya no sobrevuelan mi cabeza, casi que vuelan a mi lado. 

Consigo llegar hasta Castejada con los huevos de corbata. Me siento en un bar y me fumo un cigarrillo, tembloroso. A partir de aquí la carretera es de bajada, lo cual me obliga a tomar las curvas a 20km/h sin despegar los ojos de la linea del medio de la calzada. Los buitres ya no vuelan a mi lado, más bien revolotean a mi alrededor esperando que mire el paisaje un solo segundo para perder el equilibrio, caer barranco abajo y servirles de merienda. 

Bendito pueblo de Guadalupe y bendita su virgen también, en cualquier caso. Puedo andar (aunque sea como una marioneta) por un pueblo con las calles horizontales, no verticales, y lograr que la sangre vuelva a circula por mis posaderas, que en cualquier momento me saludará con una almorrana.


El Real Monasterio de Guadalupe. Mucho turista y mucho agostero. En este pueblo el café cuesta lo mismo que en Benidorm o en Javea: ¡¡un atraco!!





Las tranquilas calles de Guadalupe.













Por el puerto de San Vicente, hasta Alia, la carretera vuelve a subir por la montaña, pero esta vez el desfiladero queda a mi izquierda y mi corazón no sube de revoluciones. Sin embargo, a un lado de la carretera me encuentro con esto, a modo de broma de mal gusto.














Estrecho de la Peña amarilla. En esas montañas anidan los buitres negros de Monfragüe.












Por fin llego a Talavera de la Reina. Por aquí ya hay mucha civilización, así que me cuesta encontrar un sitio solitario donde pasar la noche. Al final, en este merendero pude montar el campamento.







Aquí dormí de lujo.
















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